Majestad negra

Poema del escritor puerto riqueño Luis Palés Matos, extraído de la recopilación Tun Tun de pasa y grifería.

MAJESTAD NEGRA

Por la encendida calle antillana

va Tembandumba de la Quimbamba

–Rumba, macumba, candombe, bámbula—

entre dos filas de negras caras.

Ante ella un congo –gongo y maraca—

ritma una conga bomba que bamba.

 

Culipandeando la Reina avanza,

y de su inmensa grupa resbalan

Meneos cachondos que el congo cuaja

en ríos de azúcar y de melaza.

Prieto trapiche de sensual zafra,

el caderamen, masa con masa,

exprime ritmos, suda que sangra,

y la molienda culmina en danza.

 

Por la encendida calle antillana

va Tembandumba de la Quimbamba.

Flor de Tórtola, rosa de Uganda,

Por ti crepitan bombas y bámbulas;

Por ti en calendas desenfrenadas

quema la Antilla su sangre ñáñiga.

Haití te ofrece sus calabazas;

Fogosos rones te da Jamaica;

Cuba te dice: ¡dale, mulata!

Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!

 

¡Sus, mis cocolos de negras caras!

Tronad, tambores; vibrad, maracas.

Por la encendida calle antillana

–Rumba, macumba, candombe, bámbula–

va Tembandumba de la Quimbamba.

 

Me imagino una calle de la Antilla por la noche iluminada por farolas amarillas. Tembandumba me sugiere un nombre africano al igual que Quimbamba, que podría stituarse en la África negra y profunda de tradiciones tribales. Estos nombres tan musicales y visuales ubican rápidamente al personaje y comienzan a dibujarlo. El verso [“– rumba, macumba, candombe, bámbula”] es pura percusión, suena a estribillo que bien podría ser cantado por un coro en diálogo con la voz narrativa principal del poema. Las filas de negras caras que observan, focaliza la atención en el personaje y le dan protagonismo. Aparece por primera vez la palabra “negro/a” y el paisaje empieza a colorearse. Se empieza a formar el escenario que va a dar lugar al “ritual”, los instrumentos llenan la escena: “el congo que porta gongo y maraca”. [“ritma una conga bomba que bamba”]. De nuevo la música, el sonido de los tambores sale de las palabras onomatopéyicas compuestas por letras oclusivas “mmmB”, que parece que explotan al salir de la boca y sugiere los golpes en la piel bombo. El carácter africano continúa inundando la escena.

La segunda estrofa comienza con una palabra compuesta por un nombre y un nombre hecho verbo: [“culipandeando” la reina avanza]. Resalta el movimiento del culo de la mujer y sugiere un trasero voluminoso. Convierte el sujeto “pandero”, sinónimo de culo, en un verbo: “pandear”. Y este verbo refiere el movimiento del trasero, como si caminase con el culo. Un apodo notable en su forma de caminar. Sus piernas traen el ritmo del congo, [“en ríos de azúcar y de melaza”], dulce e intenso, con denominación de origen. El “prieto trapiche” son las ropas que envuelven el cuerpo de la negra, comparado con la “zafra”, la cosecha de la caña de azúcar. Es una estrofa dedicada al movimiento. Palabras como “caderamen”, hiperbolizan la fisonomía femenina, las curvas acentuadas que la negra bambolea y con las que destila sensualidad. La carne (masa) se mueve al ritmo de la música y en lugar de sudor “sangra” de pura pasión y desnuda su espíritu.

La tercera estrofa se encarga de enaltecer la figura de la mujer. Describe los efectos que causa su caminar entre los hombres antillanos. Más referencias geográficas a Afríca [“Flor de Tórtola, rosa de Uganda”]. Su paseo hace saltar las bombas e incita a bailar a los hombres, a los “ñáñigas”. El caribe se desvive por la negra a quien le entregan todos sus tesoros y la llenan de piropos y alabanzas.

[Haití te ofrece sus calabazas;


Fogosos rones te da Jamaica;

Cuba te dice: ¡dale, mulata!

Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!]

Todo el mundo se entrega a la danza, todos bailan al ritmo de sus caderas. Se animan entre ellos [“¡Sus, mis cocolos de negras caras!”]. Todos son cómplices del éxtasis que despierta la “Tembadumba de la Quimbamba”.

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